Ayuda y aprendizaje


El bebé nace con un gran potencial de habilidades que irá desarrollando poco a poco. Desde muy pequeñitos, a niñas y niños les gusta cumplir sencillas tareas. Primero solo quieren entretenerse y no les preocupa mucho los resultados obtenidos, pero a medida que adquieren destrezas, si se les orienta correctamente, se sienten felices de los éxitos logrados.
La familia puede hacer muchas cosas para estimular el desarrollo infantil, de modo que afloren sus facultades psíquicas y motoras. Sin embargo, debe evitarse saltar etapas, porque para lograr ciertas destrezas se requiere de un aprendizaje y un grado de madurez. Sí, aprendizaje y maduración deben ir de la mano y no  empeñarnos en enseñar a un niño o niña algo, que todavía no está en condiciones de aprender.
La labor de los adultos consiste en proporcionar al infante un ambiente rico en estímulos para que, llegado el momento, encuentre las condiciones propicias para desarrollar al máximo su potencial.
Según crezcan, aumentarán las responsabilidades. Les pediremos que barran el piso, tiendan las camas, recojan y orden sus juguetes y libros, boten la basura y otras munchas pequeñas tareas domesticas. Ah!, y para no  caen en absurdas discriminaciones, tanto la niña como el niño deberán aprender a poner un botón o lavarse su ropa interior en un momento determinado sin menoscabo de su virilidad y futura realización como perfecto compañero de su pareja.
Es cierto que el desarrollo y el perfeccionamiento de las distintas etapas evolutivas dependen de la personalidad infantil. Un niño o niña muy sociable, con deseos de comunicarse con los demás, aprenderá con rapidez a hacer lo que se le pide. Uno con carácter intrépido, con mayor necesidad de independencia, lo hará mucho antes.
La excesiva tutela no le hace bien al menor que, acostumbrado a verse rodeado de los mimos y desvelos de los padres, pierde confianza en sus propias fuerzas y empieza a pedir ayuda cuando puede pasar sin ella. Se vuelve indolente, pasivo, caprichoso y hasta egoísta. No sabe hacer las cosas propias para su edad, ni siquiera entretenerse solo.
Este tipo de padres absorbe tanto a su descendencia con su vigilancia y cuidados excesivos, que le reduce las posibilidades de relacionarse y adaptarse al medio en el que se desenvuelve, además de volverse un inútil. El infante que ha recibido una educación adecuada, habrá aprendido muchas cosas desde muy temprana edad: comer solo, bañarse casi sin ayuda, vestirse y peinarse y, aunque no sea diestro en esos menesteres, coloca los objetos en su lugar.
En resumen,  se opera un brusco cambio de todo el contenido y carácter de su relación con el mundo que lo rodea. Es un proceso que se da de manera individual y en dependencia de la herencia y del medio en que se desenvuelve el niño o niña. Esa experiencia social acumulada por la anterior generación, determinará conocimientos y habilidades y hasta el dominio de ciertas normas estéticas y morales, indispensables para la vida.

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