Celia, conciencia y espíritu de la Revolución





 Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley se forjó en los ideales liberales y solidarios de su padre Manuel, médico y dentista de profesión y un hombre adelantado a su época. Huérfana de madre desde los seis años, Celia y sus ocho hermanos fueron criados por el padre, quien se dedicó por entero a la educación de sus hijos, dedicándole a cada uno de ellos ayuda, comprensión y su infinito amor paternal.
Nacida en Media Luna, Manzanillo, aguerrido municipio de la nos menos curtida provincia cubana de Granma, Celia sentía orgullo también de haber vivido parte de su vida en Pilón y en La Habana.
Criada en un ambiente de dedicación y amor, la personalidad de Celia fue enriqueciéndose y a los 36 años tenía la suficiente madurez como para sumarse a la lucha contra Batista. Anteriormente había realizado labores organizativas para el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), de Eduardo Chibás, del que su padre era un ferviente colaborador.
Para 1956, Celia tuvo su despegue político definitivo. Dirigía el movimiento revolucionario en Pilón y por su responsabilidad y sentido de organización fue pieza clave en la base de apoyo para el desembarco de Fidel y los demás expedicionarios del Granma. Junto a Frank País, querido jefe de la clandestinidad que dirigía las operaciones en Santiago de Cuba, Celia recolectó armas, preparó nuevos combatientes, creó núcleos de apoyo y una red de campesinos colaboradores del Ejército Rebelde.
Cuando finalmente el grupito de hombres encabezado por Fidel logró llegar a la Sierra, Celia intensificó su labor de aseguramiento en toda el área y preparó la incorporación de nuevos refuerzos a la tropa guerrillera. En 1957 se incorporó definitivamente al Ejército Rebelde y se convirtió en la primera mujer en sumarse a la lucha guerrillera y la primera en combatir.
Atenta, meticulosa, leal, gustaba del anonimato y cuánto mucho hacia, lo impulsaba tan combativa como silenciosamente. Muchas cualidades distinguían, entre ellas su apego a la sencillez, su modestia, su afán de vivir y trabajar, su identificación con el pueblo y su amor a Fidel y a la Revolución.
Según el desaparecido Álvarez Tabío, autor del libro Celia, ensayo para una biografía, y que estuviera al frente de la Oficina a de Publicaciones del  Consejo de Estado, Celia sigue siendo el corazón, la conciencia y el espíritu de la Revolución”.
A 40 años de su deceso, el 11 de enero de 1980, el recuerdo de la heroína del llano y la Sierra, permanece indeleble en la memoria de Cuba.




Por: Marilys Suárez Moreno