La niña está triste

En el proceso evolutivo del ser humano, algunos momentos resultan más difíciles que otros: el nacimiento, la lactancia, los primeros seis años de vida, la entrada a la escuela, la pubertad y la adolescencia.

Antes que suene esta campanilla de alarma toda la familia debe estar atenta a las variaciones de carácter que generalmente las niñas sufren en la fase previa a la primera menstruación y aun después.
Existen caracteres extrovertidos, alegres, que demuestran menos esta  crisis normal de la vida de la mujer: otros, en cambios, son introvertidos, poco propensos a la confidencia. Es en estos últimos tipos donde generalmente aparecen los síntomas de melancolía y tristeza al cruzar el umbral de la pubertad.

Hay que estar atenta a estas mutaciones del carácter de la jovencita, a esos silencios prolongados, a ese rehusar de continuo la compañía de amigos y amigas. Puede tratarse de una nube pasajera, pero es siempre una nube que ha de tenerse en cuenta y si la niña en proceso de menstruar, presenta estas manifestaciones de retraimiento y tristeza, será bueno consultar con un especialista.
Alrededor de esos días, la niña enfrenta cambios sustanciales en su organismo y  en ocasiones se hace necesaria la consulta de un psicólogo. Por demás, hay que estar muy atentos a este tránsito, pues no todas las niñas presentan iguales o parecidos síntomas, tanto físicos como sicológicos. De hecho, la ayuda materna, el consejo oportuno y presencia a tiempo de una madre experta y amorosa resultan vitales para su comprensión.

Por eso, nada más ilustrativo para reflejar lo que queremos destacar: el papel de la familia, sobre todo el de los padres, en esta difícil etapa de la pubertad y la adolescencia. La formación de hábitos y valores desde el mismo nacimiento a la larga resultan vitales para su formación integral.  Sería ilusorio pensar que el niño o niña tendrá una infancia sin estrés si no se adoptan las medidas para evitarlo y esa primera menstruación requiere de esa atención y también de mucho apoyo.